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martes, 2 de octubre de 2012

Simbología del cuento de Pinocho





El cuento de Pinocho es la historia del alma humana en su viaje de evolución espiritual. Pinocho es creado bajo la influencia de dos personajes, uno masculino y otro femenino (que simbolizan los dos aspectos de la dualidad en los que se ha de conformar la realidad humana). Esa dualidad establecerá para toda criatura un aspecto visible y, por lo tanto, apto para desenvolverse en la envoltura humana (Geppetto) y otro mágico y envuelto en un halo espiritual, numinoso e invisible (el Hada Azul).

Es tallado por el carpintero Geppetto, quien le ha de dar una apariencia y una conformación  física, y el Hada Azul quien le ha de insuflar el aliento anímico. Será así que lo humano y lo divino siempre habrán de permanecer inherentes dentro del hombre. Al mismo tiempo, el Hada elige a un grillo llamado Pepito y le encomienda una misión: permanecer junto a Pinocho y convertirse en su conciencia, lo que significa que la realidad divina incorpora en cada alma la adecuada conciencia, como capacidad imprescindible que nos pueda hacer distinguir la verdad de la mentira, aquello que nos es útil para el camino de lo que nos esclaviza y nos vuelve ignorantes.

El mayor deseo de Geppetto es que Pinocho llegue a ser un niño de verdad, como representación de un estado de liberación y madurez. Y sabe que su deseo sólo puede hacerse realidad si Pinocho aprende y crece, por lo que lo envía a la escuela, indicando con ello la necesidad de encontrar las vías de conocimiento adecuadas que nos permitan evolucionar en la vida.

Pinocho sale por la puerta principal conducido por su padre, y lo hace cargado de propósitos, con el anhelo profundo de renacer, de convertirse en alguien con capacidades superiores a las que como muñeco tiene: en ser un niño de verdad. Pero cuando sale al mundo surgen los problemas, ya que su inexperiencia y falta de conocimiento lo llevan a fracasar. Haciendo uso de su libertad recién descubierta, Pinocho toma algunas decisiones equivocadas, y sucumbe ante la tentación del orgullo y de la mentira.

A pesar de las protestas de Pepito Grillo (factor fundamental de la conciencia en el muñeco), sigue a Juan el Honrado y se une a una compañía de circo. De esta manera se involucra en el circo de la vida, en el gran teatro de máscaras y de títeres para representar una fantasiosa función. La característica fundamental que requiere el alma humana para su evolución parte del libre albedrío al que podemos en cada momento recurrir; él nos hará conscientes o bien nos sumirá en el hábito de la rutina y la inconsciencia.

En su representación teatral Pinocho recibe grandes aplausos y se siente muy contento por ser reconocido; será de esta forma que muestra abiertamente su vanidad, como un «Ego» sobresaliente que nos hace débiles y nos incita a representar nuestro falso Yo ante los demás. Después de la actuación lo encierran en una jaula, ya que su representación, aunque a simple vista puede parecer adecuada para mostrar la petulancia del «Yo», nos somete al ensueño y esclaviza al alma. En consecuencia, el dejarnos llevar por la vanidad, por el orgullo y el amor propio puede otorgarnos un momentáneo placer mas, a la larga, producirá desvarío y dolor.

El Hada Azul acude junto a él para preguntarle la causa de su encierro, y Pinocho intenta justificarse ante ella diciendo mentiras. Es de esta forma que con cada mentira que dice le crece la nariz. Entonces Pinocho descubre que la inconsciencia se hace evidente ante los demás, por mucho que pretendamos disimularla; que ella nos afea y desnaturaliza; y que el mal, en realidad, no puede ocultarse. Podemos buscar la felicidad, la estabilidad del alma, mas la ignorancia y la falta de propósitos adecuados no nos la podrán brindar.

Es así que se hace imprescindible en el camino reconocer humildemente nuestros errores y actitudes equívocas, tal y como Pinocho lo hace con honestidad. Mientras nos auto-justificamos y no reconocemos nuestros errores ante los demás y ante nosotros mismos, no podemos alcanzar la fortaleza individual que el alma humana requiere para su liberación. Es gracias a la importante cualidad de la humildad y el reconocimiento de nuestras trampas psicológicas, como el Hada le libera para, de esta forma, poder obtener otra oportunidad.

Pepito Grillo está decidido ayudar a Pinocho a no salirse del buen camino, ya que la conciencia, mediante sus sugerencias continuas en la mente, siempre nos persuade de lo que es adecuado para la vida. Sin embargo, siempre aparecen en el camino nuevas tentaciones. Vuelve aparecer Juan el Honrado, que le invita a visitar la Isla del Placer, un lugar donde los niños pueden divertirse todo el día y satisfacer todos sus deseos. Pinocho no puede resistir la atracción de viajar a la Isla y se une al grupo eligiendo de esta manera la diversión, el placer y la falta de esfuerzo personal que, a la postre, se han de convertir en señuelos de nuestra pobre condición mecánica. La búsqueda del placer y del mínimo esfuerzo serán sin duda la condición más lamentable que usa la inconsciencia para instalarse dentro del ser humano.

Y ocurre que cuando Pinocho y los demás niños llevan en la Isla demasiado tiempo, empiezan a convertirse en burros y a olvidarse incluso de hablar y de comunicarse adecuadamente entre ellos. Es de esta forma que el alma humana no recibe la educación y el anhelo de superación adecuados para el crecimiento, lo que convierte la imagen del burro en la de una persona embrutecida y poco cultivada. De esta manera, como nos sucede a la mayor parte de nosotros, no desarrollamos un imprescindible anhelo de superación, olvidándonos de quienes somos y de cuál es nuestra verdadera misión.

No obstante, Pinocho se da cuenta a tiempo, en el instante en que descubre que les están saliendo orejas y rabo de burro; se dirige entonces a Pepito Grillo para pedirle ayuda, un consejo fundamental que el alma necesita para recuperar sabiamente el camino. Esta toma de conciencia le salva, ya que Pepito Grillo, por mucho que la inconsciencia nos trate de seducir en otra dirección, siempre sabe cómo puede escaparse de la Isla.

En cuanto están libres empiezan a buscar a Geppetto mas, sin embargo, al regresar a su casa descubren que ha desaparecido ya que ha ido a buscar a Pinocho, preocupado por el estado en el que se pudiera encontrar. Esta imagen tiene una importancia fundamental en la comprensión espiritual del cuento, ya que nos indica que nuestro Ser interior, representado por el creador del muñeco, siempre vela por nosotros, ofreciendo muy diferentes oportunidades para que esa realidad caída e inconsciente que representa el muñeco termine alcanzando la libertad.

Pinocho recibe indicaciones sobre el paradero de su padre. Podrá encontrarlo en el fondo del mar, en el vientre de una gran ballena que se tragó la barca de Geppetto. Comprendamos que el animal marino es un antiguo símbolo de la reconciliación del espíritu con la materia, encuentro que ha de suceder en el mar de la vida, donde los vientos y tempestades nos podrán llevar a la deriva o bien hacer que nos encontremos con un decidido rumbo. De esta manera el cuento nos indica que hemos de encontrar la inspiración, la verdadera naturaleza espiritual en nuestro propio «Yo inconsciente», laboratorio para el alma humana en todas y cada una de las experiencias por las que pasamos.

Cuando Pinocho y Pepito Grillo buscan a Geppetto en el mar, los traga la misma ballena. En el vientre de ésta tiene lugar una alegre reunión de Pinocho con su padre, mas pronto se darán cuenta que deben escaparse de aquel encierro para seguir juntos a la luz del día y en tierra firme. Comprenderemos gracias a este episodio que nuestro viaje espiritual no termina cuando empezamos a comprender la importancia de nuestras cualidades, a reconocer la luz espiritual que habita dentro de nosotros, sino que es aquí desde donde ha de partir una profunda convicción para poder salir del vientre de esa ballena pseudo-espiritual que nos puede tentar y hacernos pensar que ya estamos calentitos y reconfortados en el ensueño de la luz. La ballena, en consecuencia, representa el ensueño religioso y timorato que nos puede hacer perder nuestra legítima identidad y sumirnos en el auto-engaño. El siguiente paso será pues salir del engaño teórico y dogmático, llevando este estado superior de la conciencia a la vida diaria, tarea delicada para los que realmente anhelan un verdadero despertar.

En el cuento Pinocho tiene un plan. Se le ocurre un modo de escapar que requiere mucha fuerza y valor; y es gracias a su constancia y firmeza de propósitos que lo consigue. Pero cuando están en medio del mar, Geppetto parece que se va ahogar y Pinocho se sacrifica, en un necesario acto de entrega y extrema voluntad, para salvarle. Recordemos aquí el parecido final que el mito artúrico revela, ya que es cuando Arturo (nuestro Ser Interior) se encuentra sumido en una profunda debilidad, cuando la «noche oscura del alma» ofusca al iniciado, es precisamente cuando el individuo se hace merecedor del la Luz del Grial. Será la voluntad firme de Persival la que podrá lograr vivificar nuestra alma; esto es: recuperar nuestra capacidad de Amor y Dignidad. De esta manera la necesidad del otro se hace tan importante como la nuestra, y así el iniciado puede pasar de un nivel egocéntrico a uno más consciente y participativo donde se abre la puerta del gran misterio.

Al volver Geppetto en sí en la playa, se encuentra a su lado el cuerpo sin vida de su hijo, una marioneta que ha muerto para la sombra mundana y ha encontrado mediante el amor humano su auténtico sentido espiritual. Muy afectado, se lo lleva a casa y lo deposita en la cama. Será entonces cuando la capacidad de amor que ha despertado en el corazón del muñeco dando su vida por su padre, le hará merecedor de ser un niño de verdad. Resucita pues y se cumple así su destino: ser un niño verdadero.

En consecuencia, este cuento se puede convertir en símbolo de nuestro propio viaje de desarrollo espiritual. El significado de la vida es, por tanto, el de aprender a reconocer cada uno de los pasos del camino, el progreso individual que nos acerque a nuestra verdadera naturaleza como almas libres y sólo la conciencia, a través de las distintas pruebas que han de suceder en la existencia humana, puede otorgarnos este gran privilegio.

La clave para ello será el amor, la ofrenda desinteresada que sucede cuando alcanzamos una fortaleza interior que nos permite trascender el «Yo» personal y egoísta. El propósito de la vida que compartimos todos los seres humanos es el de manifestar en lo prosaico la realidad sensible del espíritu, proporcionarle soplo y luz a la marioneta que de forma inconsciente se deja dominar por las sugerencias mundanas, dando expresión individual a nuestras cualidades espirituales.



Por Antonio Carranza